Si el Surne Bilbao Basket pretende jugar la final de la FIBA Europe Cup, deberá protagonizar un auténtico milagro, infinitamente más complicado que la remontada de 19 puntos contra el Legia Varsovia en cuartos de final. Infinitamente más difícil porque el Niners Chemnitz, fiel a su fama de conjunto arrollador en lo físico, amante del contacto continuo e indisimulado y autor de un baloncesto rebosante de energía, hizo este miércoles añicos el factor Miribilla, donde los anfitriones sumaban nueve éxitos consecutivos, imponiéndose en la ida por un arrollador 73-98 que deja un prácticamente inexistente margen para el más difícil todavía. A la despedida continental solo le falta la firma a pie de página.

En un choque con dos partes diametralmente opuestas salió triunfante, y por muchísimo, la propuesta abanderada por los de Rodrigo Pastore. En los primeros 17 minutos, todo fue de cara para los de Jaume Ponsarnau, que mandaban por un contundente 43-29 jugando muy cómodos, afilados en ataque y tremendamente sólidos en defensa. Pero fue fallar un puñado de tiros libres que pudieron solidificar el demarraje definitivo y regalar un par de ‘dos más unos’ y los alemanes, un cohete en las buenas y en las malas, encontraron un hilo para no desconectarse del partido. Y, a partir de ahí, el caos. El derrumbe. Un misil haciendo añicos el armazón bilbaino.

Los visitantes se engancharon al partido con un 3-12 en los tres minutos previos al descanso y tras el mismo sacaron de la pista a los ‘hombres de negro’. Cumplieron en todo momento con esa fama de equipo ‘destroyer’ que en la Bundesliga ha sabido sacar de quicio incluso a los rivales de rango Euroliga. El 30-69 con el que se resolvieron los 23 minutos finales explican perfectamente lo que se vio en cancha, favorecido notablemente por el considerable cambio en el criterio arbitral, que pasó de señalarles 17 faltas en los dos actos iniciales a nueve en los dos últimos.

El Niners Chemnitz se convirtió en una apisonadora, castigó cada error bilbaino jugando como si le impulsara el motor de un Red Bull de Fórmula 1 y defendió su aro de manera extrema. Además de jugar como los ángeles ante la menor oportunidad de activar el modo galope, con un DeAndre Lansdowne excelente, convirtieron el 0 de 12 en triples con el que arrancaron el choque en un magnífico 10 de 16 en los 23 minutos finales. Demasiado despliegue armamentístico ante un Bilbao Basket que sacó bandera blanca en el acto final, con Sacha Killeya-Jones y Tryggvi Hlinason concentrando 39 de los 72 créditos de valoración grupal.

Magnífico arranque

El conjunto alemán ingresó en cancha con la intención de ser fiel a sí mismo y sembrar el caos sobre la cancha con su baloncesto hiperactivo y muy agresivo en defensa, pero pese a robar dos balones a Renfroe subiendo la bola en el primer minuto se encontró a un conjunto vizcaino muy vertical y atinado desde la distancia triple. Los visitantes cometieron cinco faltas en otros tantos minutos, Andersson y Kullamae anotaron tres misiles lejanos, Killeya-Jones se hizo notar en las cercanías del aro con un matazo incluido y Pastore tuvo que parar el partido con el 17-6. Los visitantes siguieron jugando igual. Hlinason acertó los tiros libres, Pantzar y Hornsby mantuvieron activo el suministro de puntos desde el banquillo y el 29-16 al término del primer acto era una magnífica noticia.

El Chemnitz explotó su verticalidad y consiguió contener la efusividad del juego bilbaino. Killeya-Jones, imparable, y Yebo intercambiaron facturación de canastas pero Pastore tuvo que llamar a capítulo a los suyos de nuevo con el 40-27 a cinco minutos del descanso. Al Bilbao Basket le faltó en esos momentos algo más de mordiente para lanzar un directo al mentón del rival. Llegó a colocar un 43-29 a su favor, pero ahí empezaron los problemas. Al Chemnitz le bastó un pequeño bajón de efectividad de los locales para firmar un 3-12 y llegar al ecuador de la cita con un 46-41 al que muy pronto dio la vuelta.

El naufragio

Porque tras la reanudación todo se derrumbó. Los alemanes defendieron mejor, empezaron a anotar hasta los triples bien defendidos, Lansdowne siguió penetrando sobre alfombra roja y, por si no fueran ya demasiados problemas, Killeya-Jones tuvo que dejar el partido con dolor en el tobillo izquierdo. El conjunto vizcaino perdió su sitio en la cancha, dejando escapar incluso dos rebotes defensivos claros por despistes, y el Niners Chemnitz se vio en su ecosistema favorito: juego directo, estampidas, cuerpos y manos por doquier en defensa… Los ‘hombres de negro’ se empequeñecieron y ni siquiera el regreso a la acción del pívot con pasaporte británico les permitió recuperar la compostura. En trece minutos, el 43-29 se había convertido en un dolorosísimo 58-71 (parcial de 15-42) a falta del acto final.

No hubo posibilidad de mantenerse a flote porque el boquete en el casco bilbaino era imposible de taponar. El Bilbao Basket no supo navegar en la mar arbolada en la que convirtió el choque el equipo visitante y el agujero fue haciéndose más y más grande hasta el 73-98 final que deja al conjunto vizcaino a falta de la despedida oficial de la FIBA Europe Cup.