POR un capricho del azar, factor omnipresente en el fútbol, ya sea para bien o para mal, el pasado fin de semana dio bastante que hablar el tema relativo a la nómina de centrales. En cuestión de pocas horas, unas declaraciones de Ernesto Valverde en torno a la precariedad de la plantilla en dicho apartado pasaron de ser un problema teórico a convertirse en uno real. La expulsión de los dos hombres que ocuparon esas demarcaciones frente al Getafe y que, como se ha repetido en tantas semanas, eran los únicos disponibles de los tres con los que el Athletic afrontó la temporada, abría un escenario incierto de cara al siguiente compromiso.

Para decirlo todo, esa incertidumbre que más bien se debería catalogar de inquietud, ya se adueñó del partido, pero los puntos quedaron a salvo. Se ha de reconocer, como hicieron algunos de los protagonistas, que en el Coliseum la suerte estuvo del lado del Athletic: el grave inconveniente que supone quedarse en inferioridad, únicamente con nueve futbolistas, no tuvo consecuencias negativas en el marcador. El equipo, encerrado en su área, sacó adelante el compromiso a pesar de verse sometido a un bombardeo en toda regla. Tras casi cien minutos de intensa batalla, hizo buena la merecida ventaja adquirida en igualdad numérica con el Getafe, lo que permite considerar el curioso episodio como una mera anécdota.

Paredes, después de ser expulsado. SERGIO PEREZ

Otra cuestión será comprobar la manera en que se palía el efecto de las suspensiones de Yeray y Paredes, inhabilitados para recibir a Osasuna el próximo sábado. Qué duda cabe que la recuperación del lesionado Vivian aliviaría bastante el panorama. Tiempo habrá de hincar el diente a esta coyuntura concreta.

Si se piensa bien, resulta extraño que a un entrenador se le oiga ahora, justo en el último mes de competición, lamentarse por primera vez de la existencia de una limitación en el seno del grupo que no es ninguna broma y que se ha arrastrado a lo largo de toda la temporada. Podía haberlo hecho antes. Por ejemplo, en la pretemporada, en vista de que el club no fue capaz de suplir la marcha de Iñigo Martínez con una adquisición en el mercado o, en su defecto, la promoción de un elemento del filial. Aunque entonces los dirigentes alimentaron expectativas que luego se demostraron totalmente infundadas (desmentidas abiertamente por Laporte y Azpilicueta), la realidad es que el Athletic acabó asumiendo como normal una carencia estructural evidente.

La misma que apuntó Valverde el otro día al señalar el peligro que entraña disputar una campaña entera con únicamente tres centrales (uno de los cuales ya arrastraba dificultades, salía de una operación, se lesionó en verano, en octubre volvió a pasar por el quirófano y no reapareció hasta enero). Por no incidir en el déficit de experiencia en la categoría de Paredes. Las palabras del entrenador no descubrieron nada que no se supiera.

Lo cierto es que el Athletic se la jugó y, afortunadamente, la apuesta por la precariedad apenas ha ocasionado perjuicios. Valverde ha podido arreglárselas gracias a la estelar aportación de Vivian y Paredes, así como a su extremo cuidado para evitar la enfermería y las tarjetas (Paredes aguantó casi media liga con cuatro). Ello no quita para que la situación vivida no sea de recibo, impropia de una entidad de élite.

En las oportunidades que a Valverde se le cuestionó al respecto en septiembre, octubre y meses siguientes, sobre todo en vista de que Yeray no terminaba de estar apto a fin de que hubiese margen para la alternancia en la defensa, su respuesta fue que, bueno, podía recurrir a Nolaskoain, Yuri o Prados. Prácticamente nunca utilizó tales bazas, pero no iba a permanecer callado, tenía que despejar el balón hacia algún lado.

A fecha de hoy, el contexto tolera cualquier mensaje. Con los objetivos deportivos amarrados, el toque de atención del técnico a la directiva ni siquiera molesta. En especial si encima el enfoque apunta directamente al curso que viene, con cuatro frentes abiertos. “El club lo tiene que valorar”, deslizó, porque “nos ha salido bien, pero normalmente no suele salir bien”. “Es mucho riesgo”, sentenció.

La suave advertencia de Valverde no debería caer en saco roto, más que nada porque una planificación no puede depender del favor de la suerte. Vivian y Paredes han cargado con un peso que no les correspondía. Tampoco lo habrá pasado bien Yeray, consciente del exigente reto que se han comido sus compañeros. Por ellos merece la pena alegrarse de que el equipo, en global, haya respondido con nota. Desde luego, no por unos responsables que han jugado con fuego.