Una voz popular que bebe en los manantiales de las falsas leyendas, asegura que “bego oña” sería equivalente a “deténgase el pie”, traducción literal del euskera, similar de “arantzan zu” que sería “tú en el espino” aplicada al nombre de la Virgen de Arantzazu. El relato fake asegura que la Virgen apareció en una encina del bosque de Artagan, el nombre de la colina principal donde está el santuario. Pero, los creyentes quisieron edificar el templo en su honor en un lugar más elevado para que fuese más visible. Sin embargo, el material para realizar la obra iba apareciendo misteriosamente más abajo, donde se había aparecido la Virgen, de ahí que la llamasen santa imagen de Bego-Oña. No fue así, por mucho que la historia encandile.

Viene al caso el recuerdo de esta historia ahora que entra en escena de nuevo el santuario de la Virgen de Begoña, de la eterna Amatxu para quienes sienten esta tierra. Lo hace para abrirse hasta las entrañas y buscar la huella de un pueblo perdido en su interior.

La arqueología parte en pos de aquel poblado prerromano conocido como Vecunia, de donde dicen que bien pudiera provenir la denominación actual de Begoña y que habría sido el primer asentamiento humano en lo que hoy en día es Bilbao. ¿Estuvieron ahí nuestros ancestros? Es difícil saberlo pero no se debe, no se puede quedar uno con las ganas de saberlo. Van a excavar hasta la roca madre, como no pudiera ser de otra manera. Los historiadores ya han estudiado sobre el grabado del flamenco Frans Hogenberg del año 1544 en Civitates Orbis Terrarum, primera representación de Begoñako Andra Mari-Santa María de B(V)egoña donde se ve su posición en una pequeña elevación al pie del camino alto. No es hora ahora de mirar ahí sino de mirar hacia ayer, más abajo, cuando estas tierras estaban pobladas, vayamos a saber por quiénes.