Euskadi también contó en sus filas durante la Guerra Civil con un Oliver Law. Se llamaba Antonio Salón. Pero, ¿quién fue el primero y quién el segundo? Oliver Law (Texas, 1900–Jarama, 1937) fue un icónico comunista, sindicalista y activista social que luchó con el Batallón Lincoln en España. Llegó a ser comandante y primer mando de raza negra al cargo una unidad de tropas integrada por blancos. Antonio Salón, por su parte, fue un joven anarquista nacido el 13 de junio de 1897 según unas fuentes en Santurtzi y, según otras, en Madrid. Llegó en el escalafón de la época a teniente del batallón cenetista Isaac Puente. Si bien el estadounidense falleció en combate, el de ascendencia venezolana sobrevivió al capítulo bélico y murió años más tarde en La Bañeza, León, donde aún hoy le evocan como conserje de una sociedad recreativa.

Expediente de Salón.  | FOTO: JOSÉ CABAÑAS

Expediente de Salón. | FOTO: JOSÉ CABAÑAS Un reportaje de Iban Gorriti

El investigador Miguel Ángel Fernández, natural de Zumaia y residente desde los 18 años en Madrid, ha sido uno de los primeros memorialistas en poner el foco en la persona de Antonio Salón Cubano. “No era su apodo, era su segundo apellido”, corrobora. No obstante, sí era conocido con el sobrenombre de Soloir. “Documentándome –continúa– para un artículo sobre la reportera tolosarra Cecilia García de Guilarte, reparé en una foto de la oficialidad del batallón Isaac Puente, tomada en algún lugar de Bizkaia a principios de 1937, y me llamó mucho la atención que, entre los presentes en la instantánea, al lado de Enrique Araujo, personaje central y comandante de la unidad, destacaba un teniente de raza negra. La curiosidad me llevó a investigar un poco más sobre una presencia hasta cierto punto exótica para la época y el contexto”, aporta a DEIA este miembro de la Fundación Anselmo Lorenzo.

Sus notas, como las de la Enciclopedia del Anarquismo Ibérico, obra de referencia del histórico militante libertario Miguel Íñiguez, arrojan más luz sobre este avecindado en Santurtzi y obrero desde muy joven en Altos Hornos de Vizcaya.

Iniciada la guerra, luchó en el batallón Isaac Puente, el número 3 de las Milicias Antifascistas de la CNT y el undécimo del Ejército de Euskadi. Al parecer, también residió en Bilbao y para su expediente de reo dio una dirección de Gallarta. Además, se informa de que estuvo un tiempo en Lerma, quizás también preso. Fue nombrado teniente en diciembre de 1936 tras el combate en la histórica batalla de Villarreal (Legutio). “Destacó por su arrojo”, agrega Fernández. Meses después fue requerido para el viaje solidario vasco a la ofensiva de Asturias, en el que murieron entre otros el conocido comandante Saseta, y de la que Salón salió vivo.

Miguel Ángel Fernández ilustra al respecto una anécdota narrada por la cronista Guilarte. En la ofensiva contra Oviedo, Antonio protagonizó un hecho que “nos hace ver que tampoco carecía de sentido del humor y buena coña”. En las escaramuzas por la infructuosa conquista de la capital asturiana, uno de los compañeros de batallón estuvo a punto de dispararle al confundirlo con un integrante de las tropas moras que se encontraban guerreando como mercenarios para el bando golpista. “Salón, enterado del suceso, jurará jocoso pintarse las orejas de rojo y reflejar así, en su cara, los colores confederales para no volver a ser confundido con el enemigo”, sonríe quien ya dio cuenta de esta curiosidad en la web Ser Histórico.

A su regreso, el ácrata continuó en la línea del frente de Bizkaia y zona de Santander. Apresado por los ya franquistas en Santoña, fue sentenciado el 1 de febrero de 1939 por el Consejo de Guerra Permanente número 10 de Bilbao por el delito de “auxilio a la rebelión” a la pena de 15 años de reclusión menor, conmutada a seis y un día. Según su expediente carcelario, aportado por Cabañas, y firmado en la Prisión Central de Astorga, en ese momento era padre de una chica de 12 años.

El dictamen del juicio sufre episodios deleznables. “La sentencia, con condena a 15 años de reclusión por su actuación en la guerra, evidencia un discurso lleno de prejuicios: Aunque perteneciente a la raza negra, es de nacionalidad española y carente en absoluto de conocimiento y dotes culturales (sic). Fernández sale al paso ante este delito histórico: “Desconozco la capacidad intelectual de Antonio, pero estoy convencido del trasfondo racista de las afirmaciones que contiene la sentencia, pues precisamente lo que evidencia su historia personal es que desde bien joven tuvo indudable conocimiento de causa, la de las luchas y aspiraciones de la clase obrera y libertaria a la que pertenecía”.

El encargado de la memoria histórica de la CNT en Bilbao, Iñaki Astoreka, también reacciona al respecto: “A juicio de los franquistas, como era negro era idiota, igual que hoy en día piensan no pocas personas. Sin embargo, Antonio militaba en la CNT y era trabajador de AHV de Barakaldo y tenía muy clara la situación obrera de aquella época con penurias, bajos salarios, horarios exhaustivos, etc… Por ello, luchó contra el fascismo en Bizkaia, Asturias y Santander”, apostilla el histórico anarquista.

La Bañeza

Salón acabó penando en prisiones de Bilbao y Astorga, ciudad leonesa en la que se acabó asentando tras su liberación. Falleció en La Bañeza, donde residía. De Jiménez de Jamuz pueblo cercano a este último municipio leonés es el investigador José Cabañas. Consultado al respecto por este rotativo, asegura que, de niño, “con cinco o seis años, yendo de la mano de mi madre nos cruzábamos de tanto en tanto en alguna calle bañezana con un hombre negro. Y lo recuerdo muy bien por lo insólito que era entonces. Solía ir vestido uniformado”, añade.

Otro cohabitante de aquella localidad que lo conoció es Toño Odón Alonso. “Sí, había un negro en el pueblo cuando yo era joven. Y mi padre lo conocía y hablaba con él. Le llamaba el señor Antonio. Era muy respetado. Yo no sabía nada de su pasado en la guerra. Iba vestido de uniforme y una vez le saqué una foto. El atuendo era de la Sociedad Recreativa Bañezana”, precisa quien fue técnico de Cultura del Ayuntamiento local. Otro vecino, que conocía de vista a Salón, Manuel A. Raigada, confirma un dato más: “Sí, yo no entablaba relación con él, pero recuerdo muy bien a Antonio, el negro, y que se casó. Contaba con mucha simpatía de la ciudadanía”.

Desde la Fundación Anselmo Lorenzo concluyen con el valor que supone investigar y rescatar vidas como la de este vasco. “Recuperar pequeñas historias como la de Antonio Salón ayudan a ir ampliando el desconocido mosaico de las minorías racializadas en el seno del movimiento libertario” y en su extensión de la Guerra Civil en Euskadi.