No pudo ser. El miércoles no se logró batir el récord del concurso de arrastre de piedra con caracoles del trapagarandarra barrio de Zaballa incluido hace más de cuarenta años en el programa de las fiestas de San José obrero. Un récord que está fijado en 48 centímetros alcanzado en la edición de 2018 que destronó al primer récord de la prueba obtenido en 1988 con algo más de 42 centímetros. Y no es que faltaran candidatos al reto ya que en esta edición se volvió a recuperar la inscripción de 100 caracoles –uno por persona– lo que no evitó que más de 30 participantes quedaran fuera.

Inicialmente el límite era de cincuenta caracoles, pero debido a la popularización de la prueba tuvimos que ampliarlo a ochenta caracoles y desde hace unos años hemos abierto el número al centenar como máximo porque si no empezando las tandas de diez participantes a las 11.30 horas acabaríamos más allá de las dos de la tarde”, señalaban desde la organización del concurso, al tiempo que destacaron la gran aceptación popular que goza la prueba entre vecinos del municipio y de otras localidades del entorno como Ezkerraldea, Bilbao “e incluso este año con concursantes llegados de Astrabudua, Burgos, La Rioja o Zamora”, señalaron.

Historia de la prueba

A pesar de las variadas procedencias de los moluscos terrestres que se dieron cita en la carpa aledaña a la iglesia de Zaballa fue un caracol recogido en las campas del barrio de San Gabriel de Trapagaran quien anduvo más listo en el arrastre de la piedra de 240 gramos que llevaba adherida a su cáscara.

El caracol ‘Lola’, presentado por la joven Amets Escribano, de Trapagaran, fue el vencedor en la XXXII edición de la prueba con una distancia de 14,2 centímetros.

“Parece una simpleza, pero estamos hablando de caracoles que pueden pesar entre 7 y 9 gramos y que son capaces de mover sin problema una piedra de 240 gramos, lo que supone más de 30 veces su propio peso. Es como si a una persona de 80 kilos le amarraran a una cuerda con la que tuvieran que mover durante diez minutos un peso de dos mil quinientos kilos”, planteaban los creadores de este concurso que nació en 1980 tras conocerse la anécdota de un albañil que narró cómo un caracol había arrastrado una zapatilla a cuyos cordones se había quedado enredado.

La chanza –sometida a una verificación por parte de los miembros de la sociedad Club de Amigos de Zaballa– dio lugar en 1981 a la primera edición de esta popular prueba incalificable que con los años se ha convertido en un revulsivo entre vecinos del municipio minero y en la que el público infantil y familiar son los auténticos protagonistas de la cita festiva del 1 de mayo.

‘Lola’ ganadora

En esta XXXII edición se llevó la txapela el caracol Lola, un molusco criado en las huertas del barrio de San Gabriel de Trapagaran, presentado por la pizpiripeta Amets Escribano –5 años de bendita travesura– cuyo ejemplar cerró su participación con una distancia de 14,2 centímetros. “Nunca sabes muy bien cómo van a reaccionar los caracoles, pero creemos que así como la lluvia no parece ser un factor determinante para que se muevan o no, parece que los días con mucho viento les retraen a la hora de salir de su caparazón y mover la piedra”, aseguraban los responsables de la prueba, Jose Ángel Cabia y Txabeto Gómez, que cuentan con la experiencia de más de 25 años de observación de carreras de arrastre.

Arrastre de piedra con caracol en Zaballa (Trapagaran) Emilio Zunzunegi

Una prueba celebrada al amparo de una enorme carpa y en la que cada maestrillo tiene su librillo a la hora de plantear los entrenamientos de sus competidores que –afortunadamente solo aspiran a una txapela o trofeo– por su participación. “Yo conozco casos de gente que entrenan a sus caracoles sobre mesas parecidas a las de la prueba y entrenan con diferentes menús para propiciar su potencial competidor”, comentaba divertida la concejala de Cultura del Ayuntamiento de Trapagaran, Karmele Martínez, una de las cerca de 400 personas que ayer se reunieron en torno a este campeonato.

Una cita que puede verse en riesgo si, tal y como señalan desde el Club Zaballa, se materializa la venta de la iglesia de Zaballa, incluido el local aledaño al templo que la asociación cultural construyó hace años con su propios recursos y esfuerzo personal.

“Hemos oído rumores; aún no sabemos nada en concreto pero nos tememos que si la venta sigue adelante la asociación se quede sin local después de haberlo puesto en marcha”, comentaban apesadumbrados los miembros del club que ayer, a pesar de la lluvia que impidió el despliegue de los castillos hinchables, está dispuesto a tirar del carro de la dinamización del barrio, aunque sea a ritmo de caracol.

La atracción que tiene el concurso de arrastre de piedra con caracoles mantuvo este año la decisión adoptada hace varios años para limitar la participación en la prueba a un máximo de 100 ejemplares, uno por participante. Ayer se quedaron fueras más de 30 interesados.