Es de agradecer que quien fue señalado de manera unánime como protagonista estelar en la obtención de una victoria, reparta los méritos entre los compañeros utilizando ese argumento de manual que dice que el fútbol es “un deporte de equipo”. Si además su explicación del resultado logrado empieza con un “hemos tenido bastante suerte”, entonces solo queda añadir que no existe mejor enfoque que el nacido de la modestia para valorar la actuación general y la suya individual. Unai Simón condensó en dos frases tan elementales como cargadas de verdad el suplicio vivido por el Athletic al completo en el Coliseum.

En efecto se asistió a un ejercicio de supervivencia que duró media hora, tiempo que se hizo eterno para un equipo disminuido por la expulsión de dos de sus integrantes en los minutos 58 y 79. Durante ese tramo, el Getafe coleccionó incontables llegadas al área rojiblanca, de las que al menos una docena pudieron tranquilamente haber alterado el signo de un encuentro que previamente se intuía decantado gracias al par de goles obra de Iñaki Williams.

El Athletic se hundió en su área ya a raíz de la roja a Yeray, cuando se supone que con diez elementos es posible gestionar el juego sin recurrir al catenaccio, planteamiento consistente en encerrarse cerca del portero, prácticamente debajo del larguero, y funcionar como la pared de un frontón, sin la más mínima intención de ganar metros y utilizar la pelota para asociarse. Luego, sin Paredes, aquello derivó en el acabose: el equipo lo fio todo a la fortuna, que sería una suma de acierto propio, desacierto ajeno y, por supuesto, la aportación del portero, el último obstáculo para el adversario.

La cosa es que el Getafe se marchó a la ducha sin estrenar su casillero en 95 minutos, habiéndose anotado 34 remates. Así, el agónico esfuerzo invertido en una versión de la que costaría encontrar un antecedente, devolvió al Athletic una porción de la autoestima extraviada en las jornadas anteriores. A nadie hubiese extrañado otro desenlace, incluso el opuesto al registrado; sin embargo, los jugadores conquistaron una victoria a la que opositaron legítimamente durante la primera hora.

Victoria que hacía falta por muchos motivos, en especial porque se recupera la dinámica que ha presidido su caminar en el campeonato. Si hubiese que escoger una característica que definiese al conjunto de Ernesto Valverde este curso, sería su tono competitivo. Claramente por encima de la media. Frente al Getafe compitió de nuevo, aceptablemente de inicio, creciendo luego al amparo de la eficacia en ataque (dos remates, dos goles; como acostumbran los poderosos) y finalmente, soportando un bombardeo. Fue aquí, sumido en la impotencia del que presiente la voltereta, cuando se agigantó la figura de Simón.

No obstante, su aportación con el 0-1 ya tuvo una influencia capital. Dos balones que le sacó a Greenwood, sobre todo el primero en el 30, evitaron la réplica del Getafe e insuflaron confianza en las filas propias. Curiosamente, el alabado Simón alternó paradas complicadas en un número muy elevado con errores gruesos en media docena de salidas. Pifias que se le perdonan porque en el balance pesan más los aciertos, pero que seguro que él no olvidará tan fácilmente.

El fútbol transige con casi todo, de manera que en ocasiones es posible combinar la excelencia y la imperfección con absoluta naturalidad. La reflexión podría hacerse extensiva a todo el grupo. Pero siguiendo con Simón, al que José Bordalás catalogó de “sublime”, con este encuentro acumula dieciséis jornadas sin recibir gol. Poco menos de la mitad en las que ha tomado parte, 33.

Sin duda, se trata de una de las claves del notable desempeño del Athletic, uno de los secretos que se esconde detrás de la quinta plaza que ocupa. Impedir que los contrarios marquen, aparte de facilitar muchísimo el acceso al triunfo, es labor que implica a cuantos participan. Compete al bloque cerrar las vías hacia el portero, pero si encima este se muestra capaz de resolver las situaciones límite, aquellas donde todo depende de su inspiración, las opciones de éxito se multiplican.

Pugna por el Zamora

Simón, al igual que Julen Agirrezabala en la Copa, ofrece una garantía de eficiencia indispensable para aspirar a cotas de privilegio. Lo de menos será si dentro de un mes se alza con el Trofeo Zamora, que encabeza en la actualidad. Ter Stegen, ganador hace un año, asomaba hasta ayer como su mayor amenaza, por delante de Remiro. El asunto se presume competido hasta la jornada de cierre. La satisfacción de Simón por lo realizado desde agosto seguro que transciende el recibimiento del premio. Por cierto, hay que remontarse hasta la campaña 69-70 para hallar un representante del Athletic con ese galardón, fue José Ángel Iribar.