ATLÉTICO: Oblak; Molina (Min. 66, Riquelme), Witsel, Giménez, Hermoso, Lino; Correa (Min. 78, Barrios), De Paul (Min. 82, Azpilicueta), Koke, Llorente (Min. 82, Saúl); Griezmann.

ATHLETIC: Simón; Yeray (Min. 66, Herrera), Vivian, Paredes, Lekue; Beñat Prados, Galarreta (Min. 68, Vesga); Iñaki Williams (Min. 81, Raúl García), Sancet (Min. 66, Berenguer), Nico Williams; Guruzeta (Min. 66, Muniain)

Goles: 1-0: Min. 14; De Paul. 1-1: Min. 45; Nico Williams. 2-1: Min. 52; Correa. 3-1: Min. 80; Unai Simón, en propia puerta.

Árbitro: Martínez Munuera (Comité Valenciano). Amonestó con tarjeta amarilla a los locales De Paul, Witsel y Griezmann, y a los visitantes Sancet y Paredes.

Incidencias: Partido correspondiente a la trigésima tercera jornada de LaLiga EA Sports disputado en el estadio Metropolitano ante 64.612 espectadores. Antes del inicio del partido se guardó un minuto de silencio en memoria de José Torres, padre de Fernando Torres. También se homenajeó a Raúl García.

En plena época de despedidas a título personal, el Athletic al completo dijo adiós a la Champions con una derrota sin atenuantes en el Metropolitano. El equipo de Ernesto Valverde ha extraviado la chispa, la energía que le caracterizaba ha dejado de ser su seña de identidad, esa baza con la que era capaz de someter a sus rivales ha desaparecido de su repertorio. Muchos de sus integrantes llevaban semanas dando síntomas de saturación, los resultados anteriores no son fruto de la casualidad, y anoche volvió a comprobarse que no están finos, que los problemas se les acumulan en todas las zonas del terreno. El fútbol que ofrecieron está exento de recursos para hacer daño, de modo que el Atlético de Madrid, en una versión vulgar, no tuvo mayores inconvenientes para beneficiarse de las facilidades que halló y obtener una victoria holgada.

Desde el mismo comienzo se asistió a espectáculo mediocre, pero al cabo de los noventa minutos la única impresión a extraer fue que el Athletic ya no está en lo que celebra. La impotencia presidió su actuación. Prácticamente nadie estuvo a la altura del reto que planteaba este desplazamiento, crucial para sus aspiraciones de escalar en la clasificación. Ni los titulares ni los que se incorporaron sobre la marcha consiguieron generar una sensación de grupo sólido e incisivo. Anduvieron al garete, chocando sobre todo contra su propia impericia, pero también contra un rival que especuló con el marcador y sacó genio cuando fue preciso para asegurarse los puntos.  

El partido reflejó la tensión derivada de la importancia de los puntos, pero asimismo que ambos equipos no viven un buen momento. Todo ello deparó un espectáculo bastante espeso, con alternativas en todos los aspectos, también en el capítulo de las imprecisiones. El juego careció de fluidez en buena medida porque el gol local trajo aparejado un repliegue descarado de los hombres de Simeone y enfrente, además de espacios, echaron de menos ideas y acierto. En la primera mitad casi el mejor recurso ofensivo del Athletic fueron los envíos largos a la espalda de la defensa. Pese a que no produjeron ocasiones nítidas, sirvieron para poner en evidencia la inseguridad en el cierre de líneas ante los desmarques de los Williams.

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Las notas de Aitor Martínez: Nico Williams y la contundencia Aitor Martínez

La presencia de Vivian en el costado derecho tampoco contribuyó a ganar profundidad. Una maniobra táctica de Simeone, consistente en desplazar a Llorente a esa zona para que colaborase con Lino, provocó los pocos apuros defensivos registrados. Por ahí nació la acción del 1-0, con un centro de Llorente que Lekue despejó en plancha, De Paul controló en la frontal y su volea, que pareció irse fuera, describió una parábola al rozar en Galarreta que hizo inútil la estirada de Simón. El exiguo balance ofensivo madrileño se completó con una internada de Llorente hasta la cocina, cortada por Lekue en boca de gol, con Griezmann a su espalda esperando para empujar.

Decir que el Atlético trabajó la ventaja adquirida sería mucho decir. Cierto que en la fase inicial se apreció un despiste generalizado en las filas de un Athletic aplicado sin balón, pero negado con el mismo. Incurriendo en pérdidas constantes, tan rápidas que impedían un asentamiento y el control de la batalla, la continua búsqueda de Nico Williams se reveló como la fórmula mágica a la que se agarró el grupo. En el capítulo de remates, contabilizar una volea de Sancet a cesión de Guruzeta que salió a dos metros de la portería y un cabezazo de Iñaki Williams mal dirigido a la salida de un córner.

Poca cosa, así que cuando el descanso estaba al caer nada de fuste había que augurase la igualada. Pero llegó, a raíz de una mala decisión de Griezmann, que quiso retrasar a sus centrales y se la entregó a Iñaki Williams. Con el Atlético a contrapié, reculando, condujo Guruzeta y sirvió en el instante preciso para que Nico Williams, libre de marca, fusilase a Oblak. Bueno, con muy poquita cosa el marcador quedaba equilibrado. A veces el fútbol es generoso.

Sin embargo, lo que vino después fue similar o peor. Una propuesta plana salpicada de errores. El principio del fin tuvo su origen en una pérdida, la enésima de Sancet: Koke levantó la cabeza y buscó la espalda de la zaga, donde irrumpió el más listo de la clase, Correa, para fintar a un Simón vendido y clavarla en la red. La reacción fue un ejercicio de pura inoperancia. Amasar posesión frente a un adversario que no dudó en instalarse de nuevo en su terreno, muy juntito, es inútil si no se percute o se ponen balones decentes en el área.

Cómo iría la feria que Valverde se animó a realizar tres sustituciones de golpe. Los únicos que continuaron en sus posiciones fueron Paredes, Lekue y Galarreta, que para colmo cayó lesionado unos pocos minutos más tarde y dejó su sitio a Vesga. Prados se movió al lateral, Vivian se juntó a Paredes, Herrera ocupó el círculo central, Muniain hizo de enlace, el mayor de los Williams de ariete y su hermano cambió de banda para que Berenguer entrase por la izquierda. Una pequeña revolución que en absoluto alteró el pulso del conjunto. Oblak permaneció inédito, si se exceptúan los globos que aterrizaron en su espacio, un chollo para cualquier portero.

El castigo al penoso rendimiento se materializó en un nuevo gol. En una acción aislada, Lino apuntó a la madera y el rebote fue a golpear en la espalda de Simón para atravesar la línea. Y todavía pudo ser peor, pero Prados llegó oportuno para impedir que Lino aumentase su cuenta en un lance que permitió a Griezmann por fin aparecer en el encuentro para ponérsela en bandeja al brasileño. Corría el minuto noventa.

Visto lo visto cuesta hacerse ilusiones de cara al último tramo de la competición. Ya no por el tema de la Champions, asunto que se antoja amortizado, sino a causa de la impresión que ha dejado el Athletic en sus compromisos recientes. Tiene pinta de que sufre una caída de tensión irreversible y no está en disposición de recuperar el tono que le encumbró. Partidos como el de anoche defraudan al más optimista. Pero ya se irá viendo.