LA intimidación o el maltrato construyen el carácter de la misma manera que los residuos nucleares crean los superhéroes. Viene al caso esta reflexión porque el bullying nace de una idea equivocada: la convicción de que mostrarse por encima de los demás a través del abuso físico o psicológico le convierte a alguien en un ser superior.

Se celebró ayer el Día Internacional Contra el Acoso Escolar, una epidemia que crece en nuestro entorno, como las malas hierbas anegan los campos fértiles si no se cuidan. Una persona marginada joven suele sentir que hay algo en ella que está mal, pero a medida que crece, aprende a confiar más en sí mismo y se adapta, comenzará a sentir que en realidad algo está mal en las demás personas. Mientras tanto, por su camino se cruzó otra gente que quiso sacar partido de esa sensación de quien está aún por hacer o de quien se sumó a la manada por no sentirse alguien solitario, que también hay casos así.

Hablemos hoy de las primeras víctimas, de las personas atacadas, no de los que se ven inmersos en un círculo. El joven actor, cantante y escritor estadounidense, Chris Colfer, una voz que se escucha en la comunidad joven, lanzó hace un tiempo ya una idea salvavidas. “Cuando la gente te daña una y otra vez, piensa sobre ellos como papel de lijar. Pueden arañarte o dañarte un poco, pero al final, tú terminas pulido y ellos terminan siendo inútiles”, dijo. No suena mal, aunque uno lo diga sin tener conocimiento científico del asunto, sólo desde el sentido común.

Hay otras miradas más anchas que la de Chris, con un horizonte más amplio. Por ejemplo, Charles Chaplin lanzó al aire una idea que me acompaña desde hace décadas. Permítanme que la comparta con ustedes. “Mi dolor puede ser la razón de la risa de alguien, pero mi risa nunca debe ser la razón del dolor de alguien”. Esa mirada suena a las mil maravillas, no me digan que no.

No es fácil, sin embargo, detener esa tendencia creciente del bullying. A la vista están los números, que detectan tasas más elevadas. Uno sospecha que el auge proviene de los múltiples descuidos en la educación de los hijos; de la sensación de que la amistad se ha convertido, en fases más tempranas de la edad, en un sentimiento de pertenencia a una tribu. Es lo que uno entiende, lo que no significa que sea una verdad absoluta. Lo que pasa por la cabeza de la gente inmersa en este infierno quién lo sabe.