Reto conseguido. Una vez más. Es tan emocionante ver a Jaime Lafita hacer añicos las adversidades y celebrar la superación, el compañerismo, el esfuerzo, la lucha... El getxotarra enfermo de ELA y su equipo han finalizado su desafío reivindicativo de nueve etapas en bici por el valle de la muerte californiano. Ha sido duro, durísimo: temperaturas de entre 40 y -3 grados, vientos huracanados, puertos de montaña de más de 2.000 metros de altitud... De hecho, el propio Jaime se tuvo que bajar del tándem en dos momentos porque sus fuerzas se ahuyentaron ante tal crudeza. Pero entre todos, entre ese torbellino de energía que es la asociación Dale CandELA, lo han logrado.

El pelotón regresa a casa con las piernas agotadas de dar voz a un grito: el que pide el derecho a vivir dignamente de todas las personas que padecen esta afección y el que reclama más investigación. El esfuerzo titánico ha discurrido a lo largo de más de 600 kilómetros: con mucho calor, con un frío tremendo, con vientos imposibles, por puertos que subían y subían hasta más de 2.000 metros... Y en todas las etapas, optimismo y sentimientos a flor de piel entre el ánimo incansable de ¡Aúpa Jaime! Emociones irrepetibles durante todo el camino y una muy fuerte en el cuarto asalto: cuando Diego, el otro hijo de Jaime, apareció por sorpresa. Ese día, por ejemplo, la grupeta pasó de estar a -80 metros por debajo del nivel del mar, a encontrarse con la nieve y el frío en una altitud de 2.632 metros. Esa visita para llegar hasta el fin de la aventura dio alas a un Jaime que había sufrido mucho en las jornadas anteriores. En la segunda etapa, de 108 kilómetros desde Tecopa hasta Badwater, con altas temperaturas y un desnivel de 1.000 metros, su hijo Álvaro le cogió el relevo sobre el tándem en el kilómetro 60 y pedaleó el último tramo. Y en la tercera, que llevó al pelotón hasta la cima de Dante’s View (1.700 metros), Jaime no tuvo las fuerzas suficientes para subirse a la bicicleta con la que en 2021 fue pedaleando desde La Rochelle (Francia) hasta Bruselas para visibilizar a los enfermos de ELA en el Parlamento Europeo.

“Tenía miedo de no recuperarme, pero con la ayuda de mi familia, mi fisio y el aliento de toda la comunidad de la ELA he vuelto a darlo todo. Por todos ellos, me he dejado la piel para convertir el valle de la muerte en el de la esperanza. ¡Sigamos luchando!”, defendió este getxotarra, un auténtico fuera de serie. Bueno, más que eso. “Mi padre siempre ha sido mi héroe; Cristiano Ronaldo y los demás eran de mentira”, admitía Álvaro en el desarrollo de la última parte del recorrido. “Siempre nos ha cuidado y nos ha demostrado que la vida hay que vivirla, que es dura y que hay que esforzarse y no dejar de pedalear, pero que hay que disfrutarla”, añadía Diego en otro de esos instantes conmovedores de este reto mayúsculo con meta en Yosemite.

Allí, en la preciosidad del paisaje, los abrazos se fundieron, las sonrisas se ancharon y las lágrimas arreciaron. Atrás, un itinerario admirable, en todos los sentidos. A medida que avanzaba la expedición, se unían nuevos ciclistas estadounidenses y chinos de asociaciones que también luchan por la ELA. Y es que esta ha sido una iniciativa internacional y que también ha supuesto la visita de Jaime y su equipo a laboratorios y universidades. “La investigación es la única solución para esta enfermedad”, proclama Jaime.